Eva Miriam Hart, nacida el 31 de enero de 1905, sólo tenía 7 años cuando el destino entrelazó a su familia con el nefasto viaje a bordo del RMS Titanic. Junto a sus padres, Benjamin Hart y Esther Hart, Eva se embarcó en lo que se convertiría en uno de los viajes más infames de la historia.
La familia de Eva, que en un principio iba a embarcar en el Philadelphia, tuvo la oportunidad de finalmente viajar en el Titanic. Mientras su padre aprovechaba con entusiasmo la oportunidad, Esther, la madre de Eva, tuvo una premonición inquietante. Para ella, la idea de etiquetar un barco como insumergible parecía desafiar la providencia divina.
La noche de la tragedia, mientras Eva y su padre dormian, Esther, que se negó a dormir por la noche durante el viaje transatlántico por temor a que algo terrible ocurriera, alertó a su familia cuando sintió un ligero golpe. Imploró a Benjamin que investigara lo sucedido, y esto fué lo que finalmente les condujo a una oportuna evacuación.
Envolviendo a Eva en una manta, Benjamin guió a su familia hasta el bote salvavidas nº 14, ordenando a su hija que permaneciera cerca de su madre. Lo que Eva no sabía, es que serían los últimos momentos que compartiría con su padre; Su cuerpo, si se recuperó, nunca fue identificado.
La premonición de Esther, que la mantuvo alerta durante el viaje, les permitió reaccionar rápidamente ante el desastre. Su pronta salida del barco que se hundía las convirtió en afortunados supervivientes, pero el trauma de aquella noche marcó a Eva de por vida. «Vi cómo se hundía el barco», recordaba en una entrevista en 1993, » nunca cerré los ojos. No dormí nada. Lo vi, lo oí, nadie podría olvidar eso». Rescatadas por el RMS Carpathia, Eva y su madre llegaron a Nueva York el 18 de abril.
En las décadas posteriores a la tragedia, Eva se convirtió en una de las supervivientes más críticas con la falta de botes salvavidas y con los intentos de salvamento del Titanic tras su descubrimiento en 1985. Su firme crítica a la negligencia de la White Star Line resonó a lo largo de toda su vida, como testimonio de su compromiso permanente de honrar a los perdidos en el mar.
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